Estas son las cosas que
evidencian la incapacidad de los que gobiernan este país para superar el trance
actual de catástrofe económica, inflación espeluznante y desabastecimiento
atroz; estas son las cosas que justifican el referendo revocatorio para
así interrumpir constitucionalmente la
tan nefasta gestión de Maduro y de sus conmilitones.
Me refiero a la
resolución 9.855, publicada en Gaceta oficial 4.0950. De dicho documento
resalto los siguientes aspectos: en primer lugar es un régimen de carácter obligatorio para todas
las entidades de trabajo “públicas o
privadas” de producción y procesamiento de alimentos; en segundo lugar se
concibe como un “préstamo” temporal de trabajadores de esas empresas públicas o
privadas para subsanar necesidades que en materia de recurso laboral tengan las
empresas agroalimentarias expropiadas por el Estado; y en tercer lugar, su
pretendida finalidad es “aumentar y fortalecer la producción” de esas empresas
estatizadas. Todo esto que referimos merece una apreciación que, sin lugar a
dudas, nos conducirá al escenario del indetenible fracaso del autoritarismo
totalitario.
Por supuesto que lo de “obligatorio”
choca contra principios constitucionales, es una vejación a la propia Ley
orgánica del trabajo y se incurre en lo que la OIT denomina como “trabajo
forzoso”, organización de la cual es miembro Venezuela, por lo tanto es
firmante de sus declaraciones y convenios. Lo otro que reflexiono se refiere a lo
siguiente: ¿qué empresa privada hoy en día está en capacidad de “prestar” sus
trabajadores? Yo no creo que hoy el empresario privado, en su mayoría arruinado,
tenga trabajadores en “exceso” para ser prestados; a no ser que se trate de la
Polar, que anda con sus trabajadores del “tingo al tango”, producto de la falta
de materia prima y de divisas; pero también viendo eso desde las propias empresas del Estado que ameritan
un impulso en su producción de alimentos, es inocultable que dichos
entes tienen una nómina elefanciaca, y ahora por esta resolución gubernamental se
infiere que también es improductiva y
sin preparación, por lo que esos organismos necesitan recurso humano capacitado
de otras partes; se trata entonces de la crisis clientelar y burocratizada del
estatismo irracional.
Pero en fin, esta medida
está signada por el fracaso debido a su tufo de error histórico de nefastas
experiencias que por cierto son propias de sociedades totalitarias. Por
ejemplo, la famosa tragedia china de los años 50 que se denominó el “Gran Salto
Adelante”, concebido como una gigantesca movilización de trabajadores que
impulsó Mao Tse Tung con la pretensión, y bajo una estricta planificación
centralizada, de transformar en un santiamén ese país rural en una potencia
productora de acero, y cuyos resultados fueron pobrísimos en cantidad y en la
calidad del producto debido a la escasa capacitación de la mano de obra
utilizada y por la ausencia de plantas siderúrgicas e inexistencia de tecnología
adecuada. Se destaca que esta especie de “colectivización” de trabajadores
sacados de los campos fue de tal
irresponsabilidad y sobrexplotación que generó hasta una atroz hambruna con su secuela de millones
de personas muertas.
Y hay otros caso de esta
cacofonía mental propia de regímenes totalitarios; me refiero al fracaso de la “zafra de los 10 millones”,
un proyecto de Fidel Castro durante los años 60
y que consistió en movilizar la mitad de la población cubana hacia el
campo para el cultivo masivo de caña de azúcar, diáspora que terminó en un
completo fiasco productivo y que incluso paralizó el resto de las industrias
del país.
La economía no es un
problema de mandonería; vean la historia.