miércoles, 22 de junio de 2016

     
         ¿DUERME USTED, SEÑOR MADURO?

El título de este artículo está  asociado a la creatividad rebelde de aquellos agitados años 60, en una Venezuela bajo la afiebrada influencia romántica de la recién instalada Revolución Cubana, y recién comenzando también  el período democrático representativo de la Presidencia de Rómulo Betancourt.  Con este ¿Duerme usted, señor Maduro?,  tomo como referencia  a Caupolicán Ovalles y a su famosa obra poética intitulada ¿Duerme usted, señor Presidente?, un poemario dedicado precisamente al gobernante adeco.

Caupolicán, poeta caraqueño,  principalísima figura del movimiento artístico denominado “Techo de la Ballena”, exguerrillero, militante del MIR, desterrado político e irreverente contumaz, fue creador de un poemario irónico  que transmite una hombría de verso trepidante y viril que cachetea duro a un gobierno que en el año 1.962 le estaba aplicando al pueblo venezolano unas medidas económicas de corte neoliberal, bautizadas como “ley de hambre”, con rebajas de sueldos y salarios en un 10%, aunado a un aumento bestial en los precios de bienes de consumo y  en las tarifas de servicios, además del incremento de los impuestos; todo esto como consecuencia de una devaluación de Bs. 3, 35 por dólar a Bs. 4, 50,  presentándose así en este país, por primera vez en el siglo XX, el fenómeno inflacionario. En sí, todas esas políticas generaron un descontento social, con marchas de desempleados y  protestas en los barrios que produjeron los primeros muertos del Estado “democrático”, estimulando así la revuelta juvenil que se tornó guerrillera.

Este poemario le produjo a Betancourt una mayúscula rabieta, al punto que le exigió a su ministro policía, Carlos Andrés Pérez, la pronta detención del poeta; pero el “gocho” le objetó tal decisión por lo inadecuado de este carcelazo que derivaría en un costo político internacional innecesario, y hasta le dijo que se despreocupara de este libro que no lo leería nadie, no pasaba de quinientos textos su publicación; sin embargo, Caupolicán no se ganó la prisión, se ganó el exilio, y los versos tuvieron una significativa divulgación.

Así pues, de la misma manera que el poeta guerrillero, hace 54 años, hizo del sonambulismo presidencial de Betancourt un tema que desnudó el carácter antipueblo de la élite gobernante, hoy también quiero hacerle un reclamo a este Nicolás Maduro que no merece dormir, que no merece acostarse bien gordo y mofletudo, panzudo él, engolosinado él, haciendo las veces de  hombrote recio en la cómoda alcoba presidencial, mientras un pueblo gime porque no come, sufre porque no se alimenta, llora porque millones de niños de millones de hogares no se nutren y se desmayan en las escuelas, mientras el país anda sus desandares y deambula de aquí y allá con un tropel intestinal que es el  hambre del pueblo, y que en vez de alimentos, el gobierno le da plomo, y ahí tenemos el ejemplo de la revuelta saqueadora de mi Cumaná que quedó en escombros como consecuencia del  hambre y del hampa, hermanados estos factores por la angustia tripal.

Hoy, homenajeando a Caopolicán, le endilgo a Maduro lo mismo que este le dijo a Betancourt: “Te llaman José el de los sueños, el de las vacas sagradas, el dueño de las vacas más flacas y Presidente de la sociedad Condal del sueño. Tus amigos te llaman Barbitúrico. ¿Hasta cuándo duerme usted, señor Presidente? Si adora la vaca, ¡duerme!; si al becerro adora, ¡duerme! Y si el General le da su almuerzo, duerme como una lirona o le da una pataleta de sueño. ¿Duerme usted, señor Presidente? Le pregunto por ser joven apuesto y no como usted, señor de la siesta”.
                                   
                                                                                        Beltrán Vallejo

Vallejobelis3@gmail.com

miércoles, 8 de junio de 2016



                                                                                Beltrán Vallejo

Después de 17 años, en los venezolanos predominan la suspicacia y la sospecha. Con estas palabras inicio mi comentario al respecto del peculiar caso de unos militares, que hasta ayer ocuparon altos cargos en el gobierno nacional, y que ahora critican, sin flojera bucal,  la innegablemente pésima gestión de Maduro.

El primero que se asomó fue el General Miguel Rodríguez Torres, ex Ministro de Relaciones Interiores y de Justicia. Se trata de un hombre que estuvo al lado de Chávez, y bien al lado, desde el complejo escenario de la seguridad de la nación, incluyendo las tareas de jefezuelo de la policía política. Su final en la cartera ministerial fue abrupto; hay quienes dicen  que fue por presión de los denominados “colectivos”; sin embargo, el gobierno lo presentó como una de sus rutinarias rotaciones. Cito textualmente las palabras con que Maduro lo despidió: “…Le he dicho que agarre 15 días de descanso, tiene 15 años sin descanso…”. Recuerdo  que el antecedente cercano de su ida del gobierno fue el incidente del 7 de octubre del 2014, cuando cinco miembros de “los colectivos” cayeron abatidos por el CICPC, dentro de una investigación a una banda de delincuentes; incluso, debido a esto, se dijo que estos grupos iban a marchar hacia la sede ministerial, acción que se suspendió por la pronta destitución de Torres. Así salió del gabinete presidencial el padre de los fulanos “cuadrantes”; salió así el Ministro de Interior más mediático de todos los que han pasado desde la Cuarta República, a mi criterio, y que tiene también el peso sobre sus espaldas, no precisamente de las cámaras de televisión, sino de los atropellos cometidos en materia de derechos humanos en aquellas batallas callejeras del 2014, las llamadas “guarimbas”.

El otro “prócer” opinático de los nuevos tiempos es el Mayor General retirado Clíver Alcalá Cordones, quien hace apenas unas semanas  manifestó que Maduro no defiende el “verdadero legado de Hugo Chávez”.  Alcalá Cordones fue comandante del Redi Guayana y de la IV División Blindada, además de la Guarnición de Maracay, y tiene, entre sus “logros”,  el estar presente de manera peculiar en la lista negra de la Oficina de Control de Bienes de Extranjeros (OFAC) del Departamento del Tesoro de los Estados Unidos, junto  a Hugo Carvajal, Rangel Silva, Rodríguez Chacín y otros figurines de ese santuario chavista  donde se mezcla el chillido de los murciélagos con el ladrido de una jauría hambrienta en noche sin luna.  Este es un personaje  de los “originarios” con Chávez; recuerden que participó en el golpe de Estado del 4 de febrero, y desde allí, millares de muestras de lealtad perruna a Hugo, al punto de que es inolvidable esa retórica cumbre de la adulación, como lo fue el discursillo que él pronunció en su condición de comandar el desfile cívico militar por los 20 años del 4 de febrero, y donde dijo que el contingente estaba compuesto de “12.400 compatriotas revolucionarios, socialistas, antiimperialistas y profundamente chavistas”; quizás allí llegó a la estratósfera con la lisonja, pero haciendo llover boñiga de caballo sobre la institucionalidad militar.  No obstante, lo que más debe recordar el país de esta figura es que en el 2013 los pueblos indígenas de Guayana, cansados de los  atropellos de este “pretoriano”, desarmaron con sus flechas y macanas a 43 efectivos militares, además de tomar el Aeropuerto de Santa Elena de Uairén.

Entonces, ¿qué de estos providenciales? Sus voces suenan inmensas e televisión; pero son oscuras como las noches del polo, unas noches  sin estrellas.