CARLOS MARX SE
ARRANCÓ LAS BARBAS EN VENEZUELA.
Beltrán Vallejo
Desde hace
algunos años buena parte del sindicalismo venezolano está tirado en el piso de la ignominia,
lambiéndolo. Me refiero muy especialmente al vinculado con el gobierno, y que
se caracteriza por dos desvergüenzas.
Una de
ellas abarca un burocratismo sindical que se ha enriquecido a costa del sufrimiento de cientos de miles de
trabajadores. Me refiero a esos gremios que ayer aceptaron migajas en la
discusión del contrato colectivo de los docentes, a través de un mamotreto
cuartelero y uniformado, denominado “contrato único”; hablo del sindicalismo
arrastrado y entreguista de la contratación colectiva de los trabajadores de
PDVSA; estoy apuntando al sindicalismo cuatrero
que ha tomado plantas de la Polar, dejando en el esterero a sus demás
compañeros de trabajo, y que le harán el juego al gobierno en su proyección de
nuevos asaltos . Ese es el sindicalismo de Wills Rangel, encarnación de aquella
dirigencia sindical apalomada y picotera de los mendrugos de Hitler y
Mussolini. La CTV quedó como un convento de monjas carmelitas, al compararla con el
sindicalismo “rojo-rojito”.
Y la otra
desvergüenza es el pandillerismo sindical. Se trata del sindicalismo a lo gordo
Bayón, el que terminó tiroteado por su gremio delincuencial al salir de una
discusión del contrato de los trabajadores de SIDOR en Miraflores; me refiero a ese sindicalismo catalogado por
un Ministro de Relaciones Interiores como “…
grupos de personas que se hacen llamar sindicatos, y que en realidad son bandas
armadas que se dedican a la extorsión, tanto en la construcción como en otras
actividades económicas”; estoy hablando del gansterismo sindical que chantajea
a empresarios a lo largo del país; hablo de esos chulos sindicales, cobradores
de vacuna, y que son incorporados en
nóminas de cinco sueldos y con todas las remuneraciones de ley, mientras el
sencillo trabajador labora precariamente o es chantajeado también. Este es el
pandillerismo que genera la sangre en los portones de las construcciones,
porque no actúan con la Ley Orgánica del Trabajo, sino con la pistola.
Con estos adornos, el sindicalismo corporativista y bandido camina con su “Presidente obrero” en los
mancillados primeros de mayo (ayer lo
hacían con el autócrata). Esos sindicatos exhiben sus desvergüenzas en esas
fechas recordatorias de las teorías de un Carlos Marx, quien sin dudas, si
estuviera vivo y viera el borreguismo de esos sindicaleros, se arrancara la
hirsuta barba al ver que su clase obrera
terminó transformada en el “pranato” de una cárcel llamada Venezuela. Son esos pseudosindicatos la negación de la
Comuna de Paris y una afrenta para los mártires de Chicago.
Pero en el ámbito de los sectores sindicales y gremiales que no están
afiliados a esta corriente ignominiosa (pero lamentablemente mayoritaria), la
realidad es desvencijada, fragmentada y
sin fuerza social. El corporativismo y el gansterismo sindical predominan en el
escenario de dirección de los trabajadores venezolanos, para desgracia de los
propios trabajadores, para desgracia de la lucha social en Venezuela.
Muy enferma está la dirigencia
sindical nacional, y por ende, están enfermos los que trabajan en lo público y
en lo privado, y enfermo están los que laboran por cuenta propia, y cadavérico
casi está el desempleado; por tal realidad de ausencia de fuerza social, los trabajadores venezolanos se comen sus
panes de la desesperanza.
Hasta ahora sigue el vacío de una organización popular que, con la
fuerza de los trabajadores, enfrente esos demonios que causan sufrimiento e
infelicidad a la mayoría de los venezolanos. Los partidos políticos, en su
soledad, no tienen la fuerza suficiente para desempeñarse en la guerra
permanente del mundo real.
Vallejobelis3@gmail.com
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