domingo, 29 de mayo de 2016

CARLOS MARX SE ARRANCÓ LAS BARBAS EN VENEZUELA.
                                                                             Beltrán Vallejo


Desde hace algunos años buena parte del sindicalismo venezolano  está tirado en el piso de la ignominia, lambiéndolo. Me refiero muy especialmente al vinculado con el gobierno, y que se caracteriza por dos desvergüenzas.
Una de ellas abarca un burocratismo sindical que se ha enriquecido  a costa del sufrimiento de cientos de miles de trabajadores. Me refiero a esos gremios que ayer aceptaron migajas en la discusión del contrato colectivo de los docentes, a través de un mamotreto cuartelero y uniformado, denominado “contrato único”; hablo del sindicalismo arrastrado y entreguista de la contratación colectiva de los trabajadores de PDVSA; estoy apuntando al sindicalismo cuatrero  que ha tomado plantas de la Polar, dejando en el esterero a sus demás compañeros de trabajo, y que le harán el juego al gobierno en su proyección de nuevos asaltos . Ese es el sindicalismo de Wills Rangel, encarnación de aquella dirigencia sindical apalomada y picotera de los mendrugos de Hitler y Mussolini. La CTV quedó como un convento de  monjas carmelitas, al compararla con el sindicalismo “rojo-rojito”.
Y la otra desvergüenza es el pandillerismo sindical. Se trata del sindicalismo a lo gordo Bayón, el que terminó tiroteado por su gremio delincuencial al salir de una discusión del contrato de los trabajadores de SIDOR en Miraflores;  me refiero a ese sindicalismo catalogado por un Ministro de Relaciones Interiores como “… grupos de personas que se hacen llamar sindicatos, y que en realidad son bandas armadas que se dedican a la extorsión, tanto en la construcción como en otras actividades económicas”; estoy hablando del gansterismo sindical que chantajea a empresarios a lo largo del país; hablo de esos chulos sindicales, cobradores de vacuna, y que son  incorporados en nóminas de cinco sueldos y con todas las remuneraciones de ley, mientras el sencillo trabajador labora precariamente o es chantajeado también. Este es el pandillerismo que genera la sangre en los portones de las construcciones, porque no actúan con la Ley Orgánica del Trabajo, sino con la pistola.
Con estos adornos, el sindicalismo corporativista y bandido  camina con su “Presidente obrero” en los mancillados  primeros de mayo (ayer lo hacían con el autócrata). Esos sindicatos exhiben sus desvergüenzas en esas fechas recordatorias de las teorías de un Carlos Marx, quien sin dudas, si estuviera vivo y viera el borreguismo de esos sindicaleros, se arrancara la hirsuta barba al ver que su  clase obrera terminó transformada en el “pranato” de una cárcel llamada Venezuela.  Son esos pseudosindicatos la negación de la Comuna de Paris y una afrenta para los mártires de Chicago.

Pero en el ámbito de los sectores sindicales y gremiales que no están afiliados a esta corriente ignominiosa (pero lamentablemente mayoritaria), la realidad  es desvencijada, fragmentada y sin fuerza social. El corporativismo y el gansterismo sindical predominan en el escenario de dirección de los trabajadores venezolanos, para desgracia de los propios trabajadores, para desgracia de la lucha social en Venezuela.

 Muy enferma está la dirigencia sindical nacional, y por ende, están enfermos los que trabajan en lo público y en lo privado, y enfermo están los que laboran por cuenta propia, y cadavérico casi está el desempleado; por tal realidad de ausencia de fuerza social,  los trabajadores venezolanos se comen sus panes de la desesperanza.

Hasta ahora sigue el vacío de una organización popular que, con la fuerza de los trabajadores, enfrente esos demonios que causan sufrimiento e infelicidad a la mayoría de los venezolanos. Los partidos políticos, en su soledad, no tienen la fuerza suficiente para desempeñarse en la guerra permanente del mundo real.


Vallejobelis3@gmail.com






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