LA
LEY DE AMNISTÍA CAMINA SOBRE VIDRIO
Beltrán Vallejo
En
este país, las élites del poder político (gobierno y algunos sectores de la oposición) no tienen ojos para apreciar
el naufragio que está tan cerca. Considerando esta conducta de los que están “allá
arriba”, me lleno de estupor y de incredulidad. Vislumbro que los que tienen
“la sartén por el mango” están como presos
de una alucinación insensata.
En
el caso de la ley de amnistía, ya el gobierno ladró, y lo hizo con todo su
talante autocrático y soberbio, lo hizo subsumido en su miserable nada. El gobierno es un rey desnudo, pero rabioso.
Maduro dijo que esta ley es “inconstitucional”. Esta “sentencia” de un mandatario
presidencial, que está superando todos los índices de rechazo de algún
gobernante en Venezuela, desde Empara para acá, es la más fiel demostración de
la incapacidad en el poder, y tamaña ineptitud se sustenta en el monólogo ideológico
que ha embrutecido a esta élite, y en el miedo férreo al diálogo. Esta secta,
que en mala hora fue llevada por las mayorías populares a detentar el poder
político hace dieciocho años, le enfurece la democracia; esta élite es
expresión desflorada e infecunda de un gobierno no civilizado. Cuando Maduro
niega esa ley, huye del rol de
estadista, y se hace una mera nomenclatura del mal momento que vive la nación.
Pero
al sector dirigencial opositor, también me atrevo manifestarle que le ha llegado el instante de meditar con tristeza que no posee
un tejido social apropiado para enfrentar en las calles al neofascismo. No vemos
que la amnistía acicatee permanentes movilizaciones; sólo apreciamos a una clase
política opositora planteando con ímpetu dicho proyecto legislativo, pero lo
hace con el furor de una ánima sola. ¿Dónde están los colegios de abogados apoyando
este instrumento legal? ¿Por qué los gremios no dicen nada de esta ley? ¿Por
qué la Conferencia Episcopal no agita los púlpitos a favor de los presos
políticos y exiliados? ¿Qué dicen los sindicatos opositores de base a favor de
la amnistía? No vemos marchas multitudinarias en las avenidas, que aunque sea,
medio asomen esa ley.
Esta
ley no tiene calor social, mis hermanos, y lo digo con tristeza. No me gusta
soñar a la sombra de banderas vencidas. Por lo menos, en lo inmediato, no veo
que se puedan abrir los calabozos de los presos, ni veo el regreso de un
exiliado como Ramón Martínez, y no lo veo porque la calle no tiene sobre ella
la dinámica de una fuerza social que lleve en alto la amnistía.
Lo otro es que quizás faltó el tacto político: la
incivilidad impidió concebir un “pacto”
de amnistía antes de presentar la ley; un pacto que primero se elaborara con sectores
del chavismo que están descontentos con Miraflores y el Fuerte Tiuna. Ahora bien, el referido pacto no era ni es para alimentar la
impunidad, porque alimentarla es que los agentes del SEBIN, los funcionarios de
la Guardia Nacional y agentes policiales que asesinaron a mansalva a
manifestantes, queden impunes; como no pueden quedar impunes los esbirros del
gobierno que vejaron, torturaron y violaron los derechos humanos de muchos
carajitos durante el 2014. El mundo opositor debe, con la frente en alto, enfrentar
la impunidad en el debate de calle que se debe dar para que este proyecto tenga
base democrática y “social”.
Como dijo Vargas Vila, no se trata en este escrito de ser “un
profeta estéril e inútil que anuncia el castigo y no lo evita”.
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